Abrí mis ojos de golpe.
Sentí un raro presentimiento recorrer mi cuerpo. Acababa de despertar de una siesta corta, sin embargo, sentía como si acabara de tener el sueño más largo e interminable de mi vida. Recordaba unos ojos miel, unas pestañas largas y una risa grave. Pero eso era todo, el resto era borroso.
Oí mi celular sonar, y salí de mi trance de pensamientos para tomarlo y contestar la llamada entrante.
—¿Bueno?
—¡Nina, mi niña! Ya casi llegamos al teatro. Todavía no empiezas, ¿verdad?
—No, mamá, obviamente no hubiera respondido al teléfono si ya hubiera comenzado… ¿Van a tardar mucho más? Igual y ya estamos casi por empezar.
—Que sí, hija, que sí. Ya estamos cerca del lugar.
Suspiré al oír la voz calmada de mi papá. Si él lo decía, debía ser cierto.
—Bien, solo recuerden llegar a tiempo. Ya les dije que una vez que la función comience cerrarán las puertas, y no ha estado funcionando bien, así que solo se puede abrir por dentro…
—Sí, sí. No tardaremos mucho más, pero por si acaso, buena suerte con tu presentación. Estamos orgullosos de tí, Nina.
Me quedé callada ante el celular en mi oído. Pero fuera de la vista de cualquier persona, esbocé una sonrisa por eso, en lo privado de mi soledad.
—Gracias. Los amo.
Poco después corté la llamada.
—Empezamos en quince —avisó una voz, después de tocar la puerta desde fuera del camerino en el que me hallaba.
¿Era esa la voz de Lori?
—¡Lori, espera! —grité corriendo a abrir la puerta para encontrarme a la que era mi mejor amiga. O ex-amiga.
De mala gana, se detuvo en seco.
—¿Qué? ¿Qué quieres? Jules me mandó a avisarte. Nada más.
—¡Ah, por favor! ¡No puedes seguir enojada de verdad solo por eso!
—¿Que “no puedo”? —me volteó a ver con incredulidad. Ups. —¿¡Que “no puedo”!?
—Bueno, no… No, no es lo que quise decir realmente…
—No. Te entiendo. Ni siquiera has recapacitado tus acciones ¿cierto? De verdad que no te has arrepentido ni un poco.
—¡Ya! ¡Perdóname!
—Basta, Nina. Solo basta. No quiero estresarme más, no quiero ni pensar en lo que pueda hacer en un ataque de ira. Tal vez hasta sea capaz de contar a los demás tus secretos ¿sabes?
Me lo tomé como una amenaza. Y creo que eso fue lo que me impidió pensar con claridad.
—¿Ah.. sí? Pues… ¡Pues tal vez yo termine robándote también la reputación! —. Fui una tonta. Eso la hizo molestar más.
—Bueno, ¡tal vez yo accidentalmente no te atrape cuando toque tu número!
—No serías capaz…
—Eres una maldita, Nina. Y te mereces quedar sola en un vacío sin fin —sus ojos oscuros me miraron una última vez con rabia y rencor. Luego se dio la vuelta y caminó sin detenerse hasta reunirse con el resto de bailarines.
Un sentimiento amargo surgió en mí al oír eso. No dije nada más.
Después de unos segundos, terminé de alistarme por completo, y me encaminé a mi posición para iniciar. Decidida a fingir que no estaba sintiendo lo que estaba sintiendo.
—Muy bien, chicos. Buena suerte, recuerden todo lo que hemos trabajado para llegar hasta aquí, y que…
No pude escuchar más. Dos idiotas a mi lado murmuraban sobre el mismo chisme de siempre que estaba inevitablemente relacionado con este teatro. Aquel evento de hace quince años, que ya había ocurrido hace otros quince años…
—¿Tú crees que vuelva a pasar?
—Nah.. Sería una coincidencia muy, muy rara.
—Es cierto, pero nunca se sabe. Nadie hubiera imaginado que la hija del dueño de este teatro, tendría ese accidente en su primera presentación, y fue súper loco que aquel chico haya tenido el mismo accidente una década después, y que haya terminado de la misma forma.
—¿En coma, te refieres?
—...Así que, ¡que empiece el show! —El grito de ánimos que la profesora soltó, me desconcentró de la conversación que estaba oyendo. De todas formas, eran puras tonterías todas las teorías de esos dos accidentes.
Traté de aclarar un poco más mi mente, y centré mi mente por completo en cada paso que debía dar. Punta, y salto. Punta, y vuelta. Cuando bailaba ballet, me dejaba ir por completo. O al menos así era casi siempre. Pero esa vez mis pensamientos comenzaron a traicionarme.
¿Mis padres me estaban viendo? ¿Lo estaba haciendo bien? ¿Lori me atraparía en el salto? ¿Había arruinado mi relación con Lori? ¿Quién era el chico de mis sueños con ojos tan soñadores? ¿Por qué se parecía tanto al último chico que había tenido un accidente en el mismo escenario en el que estaba? ¿Yo también iba a tener un accidente? ¿Qué me estaba pasando? Nada se sentía real. Parecía una pesadilla interminable y no me sentía nada bien.
El resto pasó demasiado rápido.
Corrí, tomé la mano de alguien, salté, por un instante me despegué del suelo, y en menos de un segundo, un fuerte golpe nubló todo para mí.
...
Desperté casi de inmediato, había perdido la conciencia por solo un segundo, o al menos así lo sentí, pero tardé en entender qué estaba pasando. Aunque, en realidad, creo que nunca comprendí por completo la situación.
—¿Es en serio, Lori? ¿De verdad evitaste atraparme por nuestra pequeña discusión? —froté mi mano contra mi cabeza, intentando apaciguar el dolor que me había dejado ese impacto. —Qué inmaduro de tu parte, ¿sabes? Ni siquiera… —levanté la mirada del suelo y entonces me di cuenta. No había nadie a mi alrededor. —¿Hola…?
Hacía frío y una muy rara niebla curiosa se alojaba en el aire, cerca del suelo. Poco le faltaba para alcanzar el escenario en el que estaba.
Fruncí el ceño al escrutar el lugar entero con la mirada, sin embargo, no pude ver a nadie ni mucho menos notar algún detalle que me diera la mínima pista de una explicación a la situación. ¿Por qué todos habían desaparecido en cuestión de segundos?
—¡Nina! ¡Nina! ¡Abre la puerta ya mismo! ¡Por favor, necesito que la abras!
El repentino grito estruendoso fue acompañado con golpes desesperados a la puerta que permitía el paso al lugar donde me hallaba. El grito siguió, la voz sonaba gruesa y distorsionada. No parecía humana, pero la sentía familiar, aquella desesperada e incesante voz.
Intenté alejarme de ahí. No quería ni descubrir por qué sabía mi nombre. Pero tan pronto me levanté, un sonido aún más sonoro me alertó del golpe que acababa de recibir la entrada, y entonces miré con horror cómo una persona con una máscara de gas y un hacha en la mano se acercaba a mi rápidamente. Era alto y tenía el cabello corto mal cortado, fuera de eso, no distinguía nada más de su aspecto.
La confusión de todo lo que ocurría no me dejaba pensar bien, y mi primer instinto ante ese escenario, fue huir para salvarme del loco que extendía su hacha en lo alto.
—¡Alejate!
—¡Escúchame, Nina! ¡Te lo pido por favor, debes escuchar lo que tengo que decirte, es muy importante!
—¡No! —Para ese punto ya había echado a correr a dónde pudiera. No me importaba la neblina que entraba por la puerta ahora destrozada; era una salida y eso me bastaba para querer escapar por ahí.
—Lo siento, pero tengo que matarte. Solo necesito que antes me escuches un solo segundo.
Traté de rodear por lo lejos al desconocido, estaba enfocada en cruzar esa salida. Luego sentí un tirón de mi cabello.
—¡Escucha! —su voz empezaba a cambiar, lentamente, pero podía notar que se hacía más grave.
Ignorando esa observación, sentí un alivio al ver mi solución frente a mi. Un botón de emergencias para casos de incendio yacía cerca de donde estaba, y junto a este, también una hacha. Estaba asegurada, pero con la adrenalina de necesitar escapar, tiré una patada con suficiente fuerza para romper el cristal y sin pensarlo mucho más, me impulse contra la persona aun con su agarre, y tras extender el brazo tanto como pude, tomé el hacha y corté de inmediato mi cabello. Pude haberme lastimado a mi misma, pero de alguna forma logré apuntar bien.
Me libré de su agarre y antes de salir corriendo, decidí darle un golpe para tirarlo, con el mango del arma.
Entonces empecé a alejarme deprisa, a pesar de no saber a dónde ir. Solo que no tardé mucho en averigüar eso. Me di cuenta que incluso las calles estaban completamente desoladas, y que no había rastro de ni una sola alma, excepto por un edificio que se encontraba no muy lejos del teatro.
Lo observé desde afuera, y supe que debía entrar, a pesar de que la niebla empezaba a expandirse más, simplemente me encaminé a la entrada de aquel recinto.
Justo antes de entrar, pisé accidentalmente un charco de agua. No lo había notado hasta ese momento. Una vez adentro encontré huellas cerca de la entrada, fue así como lo supe, había más gente, pues las huellas eran frescas. Subí por unas largas escaleras siguiendo el rastro de huellas, parecía un condominio de oficinas completamente abandonado.
Al ir subiendo llegué a escuchar voces en cierto momento, mientras me acercaba, oía con más claridad aquella charla, y más intriga sentía.
—¿Hola?
Una chica rubia de cabello corto y pecas en medio del lugar me observó cuando abrí la puerta de las escaleras de emergencias y aparecí en lo que parecía ser una sala de espera, no había nadie más que esas dos personas. Frente a ella, un chico moreno y de cabello rizado que me estaba dando la espalda, se dio la vuelta para mirarme. Cuando lo vi directamente a los ojos un fuerte dejá vú me golpeó.
—Hola… —Dijo él.
—¡Hola! No puede ser, ¡una más! ¡creí que era la única! —exclamó ella, mientras caminaba hacía mi con una rara combinación de alegría y desesperación en sus ojos. —¿Cuál es tu nombre? Oh, ¿qué le pasó a tu cabello? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Has visto a alguien más? ¿Tienes idea de qué ocurre? Mi nombre es Amanda, llevo dos días aquí y te juro que no sé nada, estoy tan confundida —explicó con una risa exagerada. Daba algo de miedo. —Ejem… Siento mucho si no paro de hablar, en este preciso momento no sé cómo actuar y hago esto cuando estoy nerviosa, tu entiendes ¿no?
—S-sí, claro. Yo, ehm, me llamo Nina y tampoco sé qué está pasando. Hace una hora estaba a punto de bailar y de repente solo… Desaparecieron todos.
—¿Bailar?
—Sí… Iba a tener una presentación de ballet, iba a ser algo realmente importante para mi carrera, ¡estaba en el Teatro más importante! pero una de mis compañeras de baile se enojó conmigo, y me dejó caer, luego me desmayé. Desperté hace como una hora y no había nadie, salí de ahí y fue cuando decidí entrar aquí.
Me observaron con la boca entreabierta tanto ella como el chico a sus espaldas, con el que parecía estar teniendo la conversación antes de que yo llegara. Sentía una inquietante intriga por él, mas no me atreví a preguntar su nombre.
—¿Dijiste… hace tan solo una hora? —Ni siquiera noté cuando el chico se acercó hasta que escuché esa voz baja y grave hablar.
—Pues… sí, bueno, tal vez un poco menos que eso, pero definitivamente no llevo dos días en esta extraña situación.
—Yo aparecí apenas ayer. Llevo aquí prácticamente un día entero. —volvió a hablar él.
Amanda bajó la mirada con lentitud, parecía que en su mente estaba atando cabos de lo que ocurría, pero me estaba perdiendo de algo porque, con la información que acababa de recibir, no encontraba ninguna posible explicación razonable.
—Nina, ¿tú también tuviste un accidente en el Teatro Real Antiguo de la Ciudad?
Sus palabras se sintieron como un golpe de realidad que asimilé mientras asentí con lentitud e incredulidad. Era ella la misma chica que había tenido un accidente treinta años atrás. Y el chico a su lado que me miraba con sus ojos oscuros era el mismo del accidente de quince años atrás. Y yo acababa de tener el mismo accidente que aquellos dos.
Por eso sentía que ya los había visto antes, por eso sus rostros se me hicieron tan familiares. Demasiado familiares.
Un largo silencio nos acompañó durante varios minutos.
—Asumo que… Ustedes tampoco tienen idea de como salir de aquí, si llevan treinta y quince años en este…
—¿Treinta? ¿Por qué llevaríamos treinta años aquí? —Me miró con una expresión confundida y entonces entendí que ella no tenía idea de los accidentes que habían empezado con ella.
—Así que pasaron otros quince años en tu época, ¿no es así? —dedujo el chico.
Enmudecí al ver la expresión de Amanda. Parecía que no quería aceptarlo.
—Llegué hace dos días… Llevo solo dos días aquí —exclamó, en un intento de aferrarse a esas palabras. —No treinta años.
—Amanda… Sé que es difícil de entender esto, pero al parecer el tiempo aquí…
—Te equivocas. Debes estar mal, ¿estás segura de lo que dices? —rio de forma excesiva con evidentes nervios. Retrocedió con lentitud y la mirada en el suelo, confundida en extremo al parecer. —¿Saben qué? Creo que… Definitivamente creo que necesito un poco de aire. Sí, sí, eso es.
—¡Amanda! —gritó él, antes de que ella pudiera cruzar la salida que daba a las escaleras de emergencias. —No deberías salir así. La neblina…
—¡Qué me importa la neblina cuando me acabo de enterar que llevo treinta años atrapada en esta maldita ciudad despoblada! —Tardó unos segundos en abandonar su mirada de desesperación, luego respiró profundamente y lo miró a los ojos. —Tienes razón, no te preocupes. Tomaré una de las máscaras que hallamos abajo, ¿bien? gracias, ahora necesito estar sola.
Apenas se estaba cerrando la puerta cuando la observé bajar a toda prisa y en tan poco tiempo sus pisadas se alejaron rápidamente.
Ahora no sabía qué hacer. Estaba a solas con aquel chico cuyo nombre ni siquiera conocía, en una situación que ni siquiera entendía.
Sentía que iba a volverme loca, o que ya lo estaba y había empezado a alucinar.
—Entonces… ¿Se supone que la niebla esa es peligrosa o algo…?
—¿Qué? ¿Por…? Ah, no, no, no, en realidad no estamos seguros pero ya sabes, de repente todo mundo desaparece y se expande una muy, muy sospechosa niebla, así que nos pareció que lo mejor sería ser precavidos. Nunca se sabe qué podría pasar, en especial después de aparecer en esta situación. —Caminó mientras explicaba cómo habían llegado a esa conclusión, luego se detuvo frente a una ventana con la vista perdida en la imagen que ofrecía el cristal. —Cuando llegué, simplemente supe que debía venir a este edificio, por alguna razón, y fue ahí cuando me topé con Amanda. Desde ayer hemos estado pensando en las posibles explicaciones de todo esto.
—Ah, claro. —Miré fijamente la puerta por la que ella acababa de salir. —Parece que es alguien muy fuerte, yo no hubiera aguantado un día entero completamente sola y confundida; al menos no sin perder la cordura.
—Lo sé, pienso igual. Es una alivio que haya sido el segundo y no el primero… Aunque creo que hubiera sido mejor no haber llegado, claro. —Aparté la mirada de la puerta y posé mis ojos en él. Un sentimiento de inquietud me acechaba con intensidad desde que lo había visto, y no entendía el porqué. —Iba a ser una gran presentación, ¿sabes?... Debía ser el inicio de mi gran carrera. —Me acerqué hasta llegar a su lado para ver lo mismo que él y escucharlo más de cerca. —Pero supongo que tú mejor que nadie lo entiendes.
Fruncí los labios mientras sentía su decepción e impotencia. Claro que lo entendía. La frustración me estaba empezando a carcomer lentamente por no poder hacer ni saber nada de nada, y estar consciente de que en la realidad, el tiempo estaba pasando y yo simplemente estaba atrapada.
—Claro que sí… Uno nunca se espera tener un accidente y caer en coma durante década y media. Mucho menos cuando estás en el inicio de algo tan grande. —Giró su rostro y me miró fijamente. Sus ojos eran de un café muy claro.
—¿Qué pasó después? Honestamente me cuesta imaginar que pasaron 15 años desde algo que viví apenas ayer. ¿Llevo quince años en coma realmente?
Mordí mi lengua sin saber cómo decirlo. Si no hubiera hablado, en su mente seguiría siendo apenas hace un día que había tenido su accidente. Pero la realidad no era esa.
—Bueno… No hay mucho que decir. La verdad nadie sabe qué hizo tu familia contigo después de eso. Fuiste noticia por un buen tiempo, pero luego la gente siguió con su vida, el tiempo pasó y simplemente todos olvidaron al chico que tuvo el mismo accidente que una chica había tenido quince años antes.
—¿Y mi academia? ¿Tienes idea de que le ocurrió luego?
—Mmmh… Si recuerdo bien, tu ausencia los golpeó bastante duro, pero no mucho cambió. Creo que planeaban expandirse y llegar muy lejos contigo, aunque luego de eso, quedaron estancados.
—Ah… Lo supuse. —Regresó la vista al frente con un suspiro de decepción. —Ellos siempre creyeron en mí… Me consideraban “el orgullo de la academia”. —Hizo una pausa, no despegué mis ojos de él. —No logro entender cómo llegué a esto… Es decir, ¿qué habré hecho para merecerlo? ¿por qué…? simplemente, ¿por qué?
Posé los ojos en el cielo gris, siendo contagiada por la deprimente y solitaria ciudad en la que estábamos en ese momento, creo que pude conectar mejor con el dolor que él expresaba.—No lo sé. Tampoco entiendo porqué terminé aquí. Es decir, de un segundo para otro, estaba flotando en el aire y de repente caí, desperté y todo… Todos desaparecieron.
Permaneció callado y pensativo, aunque de alguna forma podía sentir que me escuchaba con una comprensión que, en esa situación, me hizo sentir acompañada en una ciudad desolada.Luego de un corto rato, habló:
—Sí, es… Es realmente una pena que ninguno de nosotros hayamos podido tener nuestro gran momento sobre el escenario. Creo que al menos no me dolería tanto estar aquí si hubiera podido presentarme primero frente a todos. Darlo todo… Ser reconocido.
Sin embargo, por razones que no entendí en ese instante, su semblante cambió de un segundo para otro cuando se giró rápidamente para mirarme, y por ende, yo igual giré levemente la cabeza para verlo, confundida. Lo único pude notar con obviedad era que él acababa de tener una idea, algún pensamiento que debía entusiasmarle lo suficiente para provocar que esbozara una sonrisa grande.
—Eh… ¿Está todo bien?
—Nina, ¿cierto? —Asentí, recordando que había dicho mi nombre como respuesta al interrogatorio de Amanda, pero que yo aún desconocía el nombre de él. —¿Te gustaría verme bailar un poco?
—¿Verte bailar?
No paraba de sonreír con sus ojos claros puestos en mí, parecía que brillaba de emoción.
—¡Sí! Ya que no lo pude terminar y nadie nunca me pudo ver, bueno… ¿Qué te parece si te lo muestro? Mi versión, ¡mi gran final!
Empecé a entender la idea que acababa de tener; él solo quería ser visto, hacer aquello que nunca pudo hacer y sentirse reconocido por un momento, por más ínfimo que fuera. Cuando lo comprendí, su sonrisa me terminó por contagiar y, a pesar de seguir un poco desconcertada por su ocurrencia, acepté con un creciente entusiasmo similar al suyo.
—Claro, por supuesto. Aunque… bueno, ¿estás bien aún si no hay música alrededor? Es decir, ¿no la necesitas para medir tus tiempos?
Se irguió con mayor seguridad en su porte y solo con eso entendí que para nada la falta de pista músical iba a impedir entonces que presentara su versión con su “gran final”.
Sin esperar más, se colocó en posición y tardó pocos segundos en dar los primeros pasos.
La gracia de cada uno de sus movimientos, la sutileza con la que avanzaba, la fluidez con la que se deslizaba, la destreza que descargó en cada paso… Simplemente fue una combinación de absolutamente todo lo que hizo con su cuerpo lo que me embelesó por completo. Todos y cada uno de sus movimientos captó mi total atención, pues, debía admitir, tenía una increíble facilidad para maravillarme con su talento, a pesar de que fuera algo que yo también podía hacer, me parecía fascinante la deslumbrante habilidad y capacidad que él derrochaba.
Mientras iba de un lado a otro, me pareció raro ver la libertad de espacio que tenía para hacer su rutina, pues recordaba el suelo con algunas sillas y muebles, más ahora estaba en su mayoría despejado, supuse que recordaba mal; de todos modos, no estaba poniendo mucha atención a alguna c0sa que no fuera él.
A medida que desarrollaba la primera parte de aquella rutina que ya conocía, una melodía empezó a sonar en mi cabeza, tan real como si estuviera sonando en mi entorno, tan real que quedaba perfectamente acorde a los pasos de él. No entendía cómo era eso posible, pero estaba disfrutando del momento y por ello, la realidad no podía importarme menos en ese instante.
Sin embargo, repentinamente advertí que ejecutaba pasos que desconocía. Mantenía su esencia mágica pero tardé en entender el propósito de ese desvío en la rutina establecida, hasta que vi cómo extendió una mano hacia mi.
No hablé ni emití sonido alguno, solo lo miré a los ojos. Tratando de expresarme con nada más que mi mirada, lo observé llena de confusión implicando sin palabras mi principal duda: ¿Era eso parte de la rutina realmente? Entonces me bastó notar la sonrisa traviesa que hizo brillar sus ojos para tener mi respuesta.
No me quedó de otra más que aceptar su mano con duda mientras deducía lo que estaba planeando con ese movimiento tan deliberado. Apenas nos agarramos de la mano, sentí el tirón con el que me empezó a guiar en una especie de rutina en pareja similar a la que estaba haciendo. Era un baile improvisado pero, casualmente, bello.
Disfrutamos aquel baile hasta sincronizarnos, entendernos y conectar.
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