Empiezo a olvidar las cosas.
Mi doctor me recomendó que empezara a escribir y registrar lo que no quiero olvidar, como por ejemplo lo que hago en mi día a día o mis cosas favoritas.
Sin embargo hoy que te ví, supe que lo primero que quería recordar y anotar en este nuevo diario, es tu belleza.
Tienes demasiadas facciones que resaltar, cada una un poema diferente. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención hoy cuando te observé desde mi balcón, fue tu brilloso y extraordinario cabello de color castaño. Parece simple, pero juraría que hoy al verte correr bajo el sol, pude atisbar unos rayos naranjas en tu cabellera.
Me pareció algo particularmente hermoso.
Hay veces en que me tropiezo y mis padres se preocupan demasiado. No me gusta cuando hago que se alteren, por eso me molesta ese lado mío torpe.
Sin embargo el otro día que noté aquella caída que tuviste por no ver la roca en tu camino, me extrañó el ataque de risa que te dio a mitad de la calle. Parecía que te estabas riendo por haberte caído.
Es irónico que compartamos la misma destreza a la hora de tener accidentes, sin embargo reaccionas de una manera diferente a mí.
Me gustó el optimismo que emanas sin darte cuenta.
Desde la primera vez que te oí reír sonoramente no dejé de darle vueltas a la melodía que formaste con tu voz.
Era real la forma en que sentías cada carcajada que sueltas. Y me deleito cada vez que escucho tus fuertes risas sin una pizca de mentira.
La manera en que dejas salir tu entusiasmo y no suenas falsa o débil, sino viva y alegre… Me contagia de felicidad y risa.
No conozco su nombre. No tengo idea de quién es, ni mucho menos había visto antes a tu amigo con el que caminaste el día de hoy a tu casa, si es que era tu amiga.
Aunque a decir por tu trato con él, parecía que eran cercanos. Y por un segundo deseé estar ahí a tu lado, caminando junto a tí. Quise ser esa persona que te acompañará, aún sabiendo que eso no será posible ni en un millón de años. Apenas y puedo levantarme para asomarme al balcón.
A pesar de eso, no pude pasar por desapercibido el carisma inagotable que emanabas. Al ver como platicaban durante su caminata, me percaté de tu completa actitud hechizante que atraía a cualquiera.
Eres un hechizo andante, y para bien o para mal, yo también había caído en tus encantos.
Cada vez son más y más constantes los dolores de cabeza. Sinceramente tengo un poco… No, mucho temor a las operaciones que me ha sugerido el médico; pues sin importar las cremas, pastillas y medicamentos que tome diariamente, siento que estoy retrasando inútilmente lo inevitable.
Como cuando me desperté a mitad de la noche por el insoportable dolor que me atacó a mitad del sueño.
Fue en cuanto me asomé de curiosidad a la calle por donde siempre te veía pasar, que te encontré sentada en la acera, de espalda al contemplar las estrellas. ¿Qué hacías en el parque a mitad de la noche? No lo sé, pero la oportunidad de poderte ver en ese momento fue todo un sueño hecho realidad.
Creo que luces excepcionalmente bella al estar tan tranquila y pacífica bajo el suave brillo envolvente de la noche.
¿Estás bien? ¿Por qué eres así?
Hasta yo pude oír las burlas que recibiste.
Sé que te diste cuenta. Cuando cerraste lo ojos en el momento en que las burlas de esas chicas detrás de ti se intensificaron, era obvio que no había nadie más a quién señalar ahí.
Y sin embargo cuando aquel carro pasó a toda velocidad junto a ustedes y tu compañía resultó con el vestuario mojado, te ofreciste de inmediato a prestarle tu suéter.
No sé porqué harías algo así como ofrecer bondad a alguien que no lo merece. Y sin embargo, sonríes como si nada… Por más que fue irreal tu amabilidad desbordante, me atrapaste de intriga una vez más con tu forma de ser.
De nuevo.
Desde la primera y más reciente vez que te encontré en ese momento tuyo en que lucías tan vulnerable, honestamente seguí pensando un tiempo sobre la belleza que emanabas. Así que no fue sino hasta hace poco que me cuestioné algo diferente, y era la duda de saber si a menudo salías por las noches para venir al parque por donde siempre pasas, y sentarte a ver las estrellas.
Por ello mismo quise averiguarlo por mi cuenta, y así es que al final terminé viéndote una vez más.
Aquel día vestías un suéter de colores pasteles y unas mallas con dibujos. Inevitablemente eso también me pareció tierno de ti.
Pero lo que captó mi atención en esa vez, fue el darme cuenta que era inusual que alguien se detuviera a apreciar realmente de forma adecuada la hermosura de la naturaleza, es decir, contemplar todas esos destellos flotantes.
Creo que una vez más esa rareza tuya de valorar el tiempo para conectar con la noche, te hace aún más perfecta de lo que pensaba.
Me duele. Y no, no físicamente como las otras veces.
Me duele tanto, y me desgarra el interior la tortura de no saber que te tiene tan afligida.
Desde que te ví en esta misma madrugada, solo he podido pensar en esta duda que me perturba.
¿Qué te ha ocurrido como para que recurras a un desconsolado llanto en la soledad de la madrugada? El verte llorar no es algo que anhele mucho, y sin embargo, cuando eché un vistazo en horas tempranas, supe al oír tus sollozos y lamentos, que ese era un desahogo silencioso, pues no es la primera vez que hallo a alguien ocultando torpemente su sentir: está entre mis memorias más tempranas oír los lamentos de mis padres cuando se enteraron de mi condición.
Honestamente me intriga realmente saber la causa de tu dolor, pues tras todas esas tardes observando tu sonreír al pasar por la calle, es completamente una novedad para mi ver tu otra cara.
Aunque admitiré que cuando supe que estabas llorando, noté que era tu lado humano el que se estaba expresando, y fue conmovedor ver ese lado en ti.
Amaia.
Que particular, pero melodioso nombre suena el tuyo. Admito que me gustaría escucharte a ti decirlo con tu voz, en vez de la amiga que te llamó en un grito cuando te vi corriendo por la acera.
Pero es que realmente repito una y otra vez en mis pensamientos este nuevo descubrimiento sobre ti, especialmente porque esa tarde ha sido la última vez hasta ahora que te he visto. ¿Dónde estás? Que llevo días y noches en vela donde te extraño y te pienso, sin poder sacarte de mi mente.
Así que debo admitir que aún por más que intente distraerme, has logrado adueñarte por completo de mis pensamientos, Amaia.
Mi corazón se reboza en alegría y gozo. Porque ha sido hoy que te he vuelto a ver. Y mi reacción definitivamente no fue para menos en el mismo momento en que te divisé caminando por la misma ruta de siempre, con un semblante pensativo y cansado. Tu cabello estaba revuelto, y tus ojos cubiertos por unas ojeras.
Sin embargo, tan pronto como grité alegremente con entusiasmo tu nombre por la sorpresa, “¡Amaia!” me avergoncé y agache antes de que levantaras la mirada por completo.
Mientras tu soltaste por lo bajo ese “qué extraño”, yo estaba en el suelo, intentando esconderme y cubrir mi rostro enrojecido. No tenía idea de que fuera posible emocionarme tanto con solo ver a una persona por unos segundos.
Creí que nunca sucedería. Honestamente, todavía lo sigo procesando. Mi corazón se descontroló en el instante en que te volteaste y me miraste a los ojos desde lo lejos. Y si alguna vez imaginé un encuentro como ese, jamás habría pensado que llegaría a pasar a más de unas escasas palabras. Pero así fue, claro que sí, porque la forma en que me abdujiste y hechizaste con tu forma de ser, es algo que no podré olvidar.
Desde que preguntaste mi nombre y tuvimos una charla más larga de lo que notamos, hasta que te despediste apresurada por la hora, fue un momento de inmensa felicidad para mí. Al igual que tú, perdí mi noción del tiempo por completo, y creo que eres increíble por lograr sustituir mi realidad.
Una vez más. ¿Podría ser más feliz? Diría que no, pero siempre me haces sentir cosas nuevas, como hoy. En el momento en que tus ojos brillaron, aunque no haya alcanzado a verlos bien por la distancia de altura entre nosotros. Quizás es algo extraño hablar por un rato tan largo con alguien desde un balcón, pero la manera en que me contaste sobre lo que haces y te gusta, me hace dar cuenta que vales la pena por cualquier cosa.
Oh, Amaia, desearía tanto poder verte así más seguido.
Dibujo. Quizás también debería empezar una lista de todas las cosas que te gustan, y las ideas que tienes, porque en la charla de hoy me confesaste tantas cosas sobre ti que espero no olvidar.
Lo que más te gusta es dibujar (aunque no te salga muy bien el coloreado), te gusta ver caricaturas de ciencia ficción, sueñas con crear tu propio cómic, antes te gustaba jugar basquetbol. no tienes ninguna banda, grupo ni cantante favorito porque escuchas cualquier cosa que se te haga pegadizo, tocas el piano desde que pequeña y aunque a veces te estreses por las matemáticas, te encantan cuando las entiendes, por el contrario de inglés, al que te dicen que dominas muy bien, pero que detestas por completo.
¿Alguna vez te has visto al espejo mientras hablas de tus pasiones? Porque eres una obra de arte cuando hablas sobre lo que amas.
Aún me duele el estómago, y ni siquiera sé cuánto tiempo duramos hablando, si minutos u horas; sólo sé que pudieron haber sido días y seguiría siendo insuficiente tiempo a tu lado. Mi noción del tiempo me abandonó, y el rato que pasamos hoy entre risas, se me fue volando en un instante.
Admito que sí estaba decaído, a pesar de negarlo totalmente cuando te preocupaste… Pero no me culpes, ¿quién estaría animado después de enterarse que es necesario ver a un neurocirujano en otra ciudad? Es deprimente perder con el paso de los días la esperanza de ser curado, sin embargo quizás es lo tonto que me vuelvo al estar enamorado, pero cada pequeño chiste que hacías me sacaba enormes risas.
O quizás solo tienes un talento oculto para hacerme feliz con cualquier comentario.
Sé que todas las mañanas pasas por el parque frente a mi casa para ir a la escuela, y desde que hablamos, te detienes un rato para conversar un poco, por lo que es enternecedor verte cuando aún estás algo adormilada; por ejemplo hoy, que traté de observarte bien a pesar de la distancia, y es que honestamente quedé deleitado con tus gestos, cada vez que te ponías a bostezar, cuando dejabas caer accidentalmente tus párpados por el sueño, los momentos en que agitabas exageradamente las manos mientras contabas o explicabas algo, e incluso la forma de tus infantiles pucheros cuando me negué a bajar del balcón.
O tu cómico ceño fruncido por irritación cuando no te dí ninguna explicación de mi aislamiento… Porque la verdad me gusta verte feliz, así que será mejor que no sepas. Quizás así no te afecte.
El viaje para ver al neurocirujano se me hizo eterno y agobiante a decir verdad. Especialmente por pensarte, aun sabiendo que no estabas ni podrías estar presente. Comienzo a pensar que adopté la adicción de verte, hablarte y conocerte más y más, Amaia…
Así que, tal vez si mis padres y el médico lo permiten, podríamos dar… Un paso más.
Hoy apareciste frente a mi puerta. Y creo que de lo poco que recordaré, definitivamente atesoraré hasta mi muerte la forma en que sonreíste, para darle a mi mamá tu mejor primera impresión.
Especialmente la forma en que inspeccionaste mi casa con tu mirada mientras te introducía el lugar, y me observaste con esa misma expresión a los ojos, derrochando alegría.
Mi corazón saltó cuando escuche tus palabras: “Estoy tan feliz de verte finalmente cara a cara. Y de poder hacer esto” porque luego me abrazaste.
“¿Bailar?” había preguntado, incrédulo “¡Sí, bailar!” exclamaste emocionada ante tu propia idea. El ambiente aún era nuevo para mí, pues desde hacía largo tiempo que no acostumbraba a invitar a alguien a mi habitación. Y cuando pregunté al aire sobre cómo podíamos suavizar la tensión, propusiste eso con emoción.
“Honestamente esto también es nuevo para mí. Suelo conocer a mis amigos en la escuela, y cuando los invito a mi casa, sólo hacemos tarea.”
Consideré por un rato la propuesta que habías hecho, y finalmente supe que moverme mucho no me haría mucho bien. Quizás mi estado no era para tanto, pero mi madre se preocupaba mucho sobre mi rápido deterioro. Así que finalmente propuse ver una película.
“¡Entonces una de terror!” Parpadeé con desconcierto, sin darme cuenta de en qué momento ya estabas eligiendo la película.
En retrospectiva, la verdad fue algo gracioso, y me pareció digna de apreciar esa faceta tuya, tan cercana.
No hace mucho que te mostré mi casa por primera vez. Pero desde entonces, pasamos de hablar todas las mañanas a través de mi balcón, a pasar todas las tardes juntos, en mi cuarto.
Siempre llegas después de la escuela, con distintos ánimos, a veces alegre, a veces cansada, y a veces incluso te vas con más energía con la que llegaste.
Lo que más me ha gustado hasta ahora, ha sido cuando llegas entusiasmada por mostrarme los dibujos que hiciste durante el día mientras estabas aburrida.
Porque la mejor parte de mi día es oír tus palabras a la vez que observo detalladamente los trazos que haces a puro lápiz. Cada vez que veo tus obras, me fascina percibir tus pensamientos a través de una imagen.
Día a día te conozco más y más. Mi parte favorita del día es cuando llegas a mi casa y puedo verte, pues es tu simple imagen la que me alegra el día. No importa qué hagas, no importa cómo estés. Siempre te ves bellísima, especialmente hoy que contemplamos en silencio al amanecer cuando pasaste por mi casa antes de ir a la escuela.
Mientras tu mirabas la entrada del sol, yo observaba hipnotizado tus ojos del mismo color que tu cabello. Era algo sencillo, pero era encantador. Eras tú. Simplemente Amaia.
No voy a mentir, me dio en serio demasiada risa tu expresión cuando llegaste con el gorro sobre tu cabeza. Tenías una cara tan preocupada, parecías realmente espantada. Y con razón traías ese semblante, si es que fue grande la sorpresa que me llevé al observar el curioso corte nuevo que te habías hecho.
Fue un poco raro, porque definitivamente tenías un cabello totalmente distinto. Pues apareciste con un fleco y un corte hasta el cuello, además de haber teñido tu melena a rubio. Entonces no estuve seguro de cómo reaccionar. ya que si decía mi primer pensamiento, hubiera sido algo vergonzoso para mi.
Incluso viéndote así, sigues igual, o hasta más preciosa. Me di cuenta de que tú siempre eres hermosa.
Como quisiera deshacerme de todas mis debilidades. Convertirme en la persona más valiente, fuerte y capaz para dar cualquier batalla o lucha. Creo que quizás así, podría protegerte. O por lo menos a tu corazón. Así podría evitar que derramaras lágrimas tan afligidas como lo hiciste hoy al finalizar tus clases.
Llegaste y me lo contaste todo sobre ese chico que te gustaba. Ese que te declaraste y te rechazó. Que intentaste seguir siendo su amiga y solo se burló de ti, y que a pesar de que comenzó a salir con tu amiga, y te cala en el corazón verlos tan unidos, tú solo quieres que sean felices.
Solo creo que este mundo no te merece. Ni a tí, ni a tu inmenso, puro y frágil corazón.
Hay momentos oportunos e inoportunos. Palabras dignas de recitar y otras demasiado íntimas como para externar.
Tú y yo sabemos lo que pasó, y honestamente sigo creyendo que no fue el mejor momento, aunque no niego que el desenlace de nuestra conversación me dejó flotando en nubes de amor.
Te acababan de romper el corazón hace tan poco tiempo, y simplemente no quería verte sufrir más, fue por eso que dije e hice lo que hice. Cuando terminaste de oír mi desesperada y desastrosa confesión, esbozaste una sonrisa angelical y tus siguientes palabras me conmovieron, a pesar de que incluso me hicieron sentir un poco de culpa. “George, eres el único chico bueno qué hay. ¿cómo lo haces? Por favor, no cambies nunca. No entiendo qué has visto en mí o porqué sientes eso, pero yo…” luego me correspondiste y las mil cosas que quería decir se quedaron atascadas en mi sonrisa infinita. No podía enumerar todo lo que amé de ti en ese instante, tampoco pude explicar lo feliz que estaba de tener una respuesta positiva, pero mis sentimientos encontrados me atacaron cuando mucho menos supe cómo explicar que no importaba lo que sintiera por quién, qué tan bueno yo fuera o si algún día cambiase o no, porque ese día nunca llegaría, y en cuestión de probablemente meses, simplemente ya no sentiría nada.
Tal vez si me hubiera armado de un poco más de valor te hubiera dicho más que las bastas y simples palabras que solté, tal vez te hubiera confesado que no sé en qué momento me enamoré tanto de tí. Solo sé que te amo, y que sin importar cuanto te conozca, siempre encontraré más razones para amarte.
Creo que he saboreado la gloria.
No sabría decir si la mejor parte fue sentir tus labios, o ver el sonrojo en tu rostro una vez que nos apartamos ligeramente. Pero al menos siento que no podría ser más feliz, ¿sabes? Es cómo si ya pudiera irme en paz porque finalmente probé tus suaves y dulces besos.
No necesito nada más, solo a ti y tus besos.
Tal vez las cosas serían más fáciles si nunca me hubieras hablado. Tal vez si nunca hubiéramos empezado ningún tipo de relación, ni una amistad, tal vez si nunca te hubieras encariñado conmigo. Es solo que no quiero verte triste. Deprimida, a causa de mi. Pero es difícil cuando haces preguntas, cuando me miras de forma sospechosa. Quisiera no tener nada que explicar, créeme, yo más que nadie quisiera no haber nacido tan defectuoso, tal vez así sentiría honestamente que te merezco y tal vez así podría ser alguien con la fuerza suficiente para vivir por décadas y nunca abandonarte,
Tal vez no debí haberme acercado a ti de esta forma.
Amo tu genuina preocupación, y no sabes en serio cuanto me mata ver la forma en que me abres tu dulce corazón y quieres conocer aquello que tanto me atormenta. Pero no es fácil.
Amaia, ¿cómo explicarte que tengo un tumor y en estos momentos de mi vida, eres lo único que me hace sentir realmente vivo? Por favor, no me mires con lástima. Tú no.
Supongo que estaba retrasando lo inevitable.
Aún puedo sentir el vuelco que dio mi corazón cuando me viste a los ojos y supe que ya sabías todo. Lo admito, mi primer instinto fue disculparme, pero eso sería una mentira, pues lo único de lo que me arrepiento es de no haberlo ocultado mejor. Tus ojos lagrimosos y tus labios fruncidos viéndome con dolor me estrujaron el corazón de una forma tan agonizante: y, a pesar de eso, te acercaste a mí con lentitud y me tomaste las manos mientras formabas una sonrisa que achicó tus ojos vidriosos.
“Me alegro tanto de haber tenido la oportunidad de conocerte” Entonces me miraste, y sentí que alguien finalmente me veía. No a mi enfermedad, no a mi debilidad, sino a mi. Y te amé tanto por eso.
Eres increíble.
Eres valiente, fuerte, frágil, resiliente, pues supuse que cuando te enteraras de mi condición me tratarías diferente. Como todos, mi familia, mis viejos amigos, sobre protegiéndome siempre, creyendo que en cualquier segundo podría morir.
Al final si que cambiaste tu trato, aunque no como esperaba. Decidiste saltarte las clases, llegaste a mi casa con una sonrisa (aunque a decir verdad, note tus ojos algo rojos), y tan solo dijiste "vivamos mientras podamos, ¿No?"
Te inclinaste hacia mi y besaste mi frente mientras yo yacía en mi cama, permaneciste a mi lado por horas y estuviste contándome mil cosas con entusiasmo mientras yo solo te escuchaba y admiraba. Sé muy bien que la preocupación se apoderó de ti desde que llegaste preocupada porque supiste que había tenido una recaída. A pesar de todo eso, nunca permitiste que viera el dolor que te causo, pero creeme, sé bien que ambos nos esforzamos por retrasar el dolor del fin de mi cuenta regresiva.
No importa qué, me siento invencible a tu lado. Tal vez debería ser yo quién te protegiera ante todo, o al menos alguien que pudiese ser un soporte capaz de sostenerse por sí solo, pero en días como hoy que fuiste tú quien cuidó de mi, quisiera simplemente quedarme en tus brazos para siempre, o dormir eternamente sobre tu regazo.
Por favor nunca abandones tu tan característica actitud entusiasta y amorosa, esa es la parte de ti que me da fuerzas para seguir adelante.
Porque no importa que ya haya mencionado tu cabello, que esa haya sido la primera razón o que esa facción en ti haya sido lo primero que me llamó la atención en un día cualquiera de primavera cuando te vi volviendo a tu casa tras la escuela, rutina que luego de eso empecé a observar detenidamente a diario.
No importa en lo absoluto, no cuando día a día sigo cayendo por ti más y más, pues el día de hoy que llegaste cansada de la escuela y no hicimos más que recostarnos en silencio, el olor de tu shampoo me embelesó. Tome uno de tus mechones y con tanta delicadeza como pude, acerqué la mano hacia mi para sentir tus cabellos.
Ahora luces rubia, y ya he mencionado lo impresionante que eres al verte hermosa de cualquier forma, pero incluso tocar tu sedosa cabellera me parece algo más que digno de resaltar.
Constantemente intento no lucir débil; pero, en ocasiones, logras derribar mis muros y encontrar mi siempre presente vulnerabilidad, lo cual es raro porque tú eres quien me hace querer ser fuerte,
Es en esas ocasiones cuando tratas con harto esfuerzo animarme, y claro, siempre funciona, me basta con sentarme en silencio frente a ti y tu libreta para ansiar ver el resultado de mi aspecto dibujado por tí, Son momentos silenciosos, pero infinitamente preciados para mí.
Amaia, mi Amaia, no entiendes que eres tú y simplemente tu existencia la que me da vida, emoción, felicidad y fuerzas.
“Gabriel, siempre he amado ese nombre. Desde pequeña sueño con llamar así a mi hijo” dijiste tú. “Es el nombre perfecto, ¿y para niña?” respondí. “Mmmh… En realidad nunca pensé en esa posibilidad” contestaste, con una risa avergonzada. “En ese caso… ¿Gabriela te parece?” Sonreíste y te sonreí.
Luego de eso me besaste y yo sostuve tu rostro, en ese momento tuve todo el mundo en mis manos. Abrazaste mi cuello y tras caer, ambos sabemos perfectamente que ocurrió.
Después de hoy, puedo afirmar con total seguridad que sentirte enteramente a ti y tu tacto, es otro nivel de gloria. En una sola noche, probamos juntos el cielo.
Hace tanto tiempo que no encontraba esta libreta.
Ya lo había olvidado, la lista que empecé cuando te conocí. Pero claro, ¿qué no he olvidado ya? a excepción de ti, claro. Es curioso, había olvidado esta libreta, pero cuando Bry llegó a preguntarme por una libreta que tenía abandonada, montones de memorias me golpearon en ese momento.
Ya lo he decidido, pronto te dejaré la libreta a ti. No la necesito más, después de todo lo que pasamos, sé muy bien a quiénes amo más que a nada en el mundo y las razones por las que lo hago; aunque si pudiera añadir una más, elijo escribir mi última razón en esta lista: los recuerdos.
Las memorias que empezamos a formar lado a lado desde el día en que grité tu nombre, La vida que construimos juntos y el tiempo que viviremos después de esto,
¿Quién lo diría? Heme aquí después de mucho más tiempo del que creí que duraría, y a tan solo unas horas de la cirugía que estuvimos esperando por meses desde que supimos que se podía hacer.
Viviré, por ti. Ya verás que así como burle mi enfermedad por tantos años, será más que fácil burlar una vez más el riesgo de la operación de ahora. Te lo prometo, estaré siempre contigo a pesar de todo. Veremos juntos a Gabriela crecer y cada día las amaré aún más que ayer. Mi amor crecerá.
Y, sin importar que pase, te amaré por mil razones, en mil vidas, de mil formas, te amaré respirando, te amaré parpadeando, te amaré riendo, te amaré llorando, te amaré pensándote, te amaré existiendo, te amare viviendo e incluso te amaré muriendo. Siempre te amaré.